En mi vida he tenido muchas casas en las que me he sentido “como en casa”. Recuerdo la casa de La Soletat, donde nací. Pocos años después nos mudamos a Sa Creu Nova, donde pasé mi adolescencia hasta que la patria me “invitó” a vivir en Córdoba 13 meses en un enorme complejo militar junto a El Higuerón, un pueblecito andaluz a muy pocos quilómetros de las ruinas de Medina Azahara.
Todos mis veranos los he pasado en Portocolom, en la casa de mis abuelos, con mis hermanos y mis primos. Fue en s’Àtic, donde empecé a formar una familia y a tener mis primeras responsabilidades “de mayor”. Luego me mudé a Can Cotoner, donde la vida me regaló nuevas visiones y nuevos compromisos.
Durante mas de 23 años, sa bufera fue mi “otra casa”: mi lugar de trabajo. Allí viví intensamente, aprendiendo y descubriendo (en la naturaleza y sus ritmos) casi todo lo que me envuelve y me sustenta.
También en la mayoría de mis viajes y correrías he sentido el “llegar a casa”, especialmente al atardecer (o ya noche cerrada) después de pasar el día entero por los grises bosques navarros de Bera, por las tierras rojas de la Calatrava o por las montañas de los alrededores de Tama, en la eterna verde Cantabria. Y en Deltebre, y Fontdespatla, y Gerrikaitz, y…
Hoy escribo desde nuestra casa en Inca pero, básicamente, solo es un lugar de descanso porque estoy continuamente de un lado para otro. Vaivero, me llama Catalina. Dice que siempre voy y vengo, que no paro…
Como el sábado, cuando, buscando orquídeas, la naturaleza me demostró que ella hace naturalmente posible lo humanamente imposible: ser capaz recuperarse perfectamente después de ser masacrada sin piedad.
Las praderas arenosas de Son Bosc fueron despellejadas, descarnadas y arañadas hasta los huesos en la primavera del 2010. En unas horas, un desierto de dunas fósiles quedó al descubierto, llano y expuesto al sol, para servir de base a un campo de golf promovido por la cadena hotelera Iberostar y por algunos políticos corruptos.
Ahora, hace poca semanas, los tribunales declararon definitivamente que el proyecto no se ajustaba a derecho y los terrenos quedan fuera de peligro.
Ahora, esta primavera, miles (decenas de miles) de orquídeas (O. robusta, O. fragans, O. apifera, O. bombyliflora, O. speculum, S. parviflora…) han vuelto a su casa, donde los intereses de Don Dinero y de unos hoteleros sin escrúpulos no pudieron (ni podrán) con la fragancia suave de un conjunto de flores apretadas, frágiles y pequeñitas.
Como las orquídeas de Son Bosc, para recuperarnos naturalmente de las heridas mas profundas, solo hay que dejarnos llevar, sin oposición ni derrotismo, y creer en la renovación. Creer y crear se complementan, y hay que creerlo para crearlo.
Mirando mas allá, siento que todo aquello que el vendaval nos arrebató, dentro de muy poco va a volver a casa.
A su casa. A nuestra casa.